jueves, 22 de octubre de 2015

Alan Ausente

Y LO MÁS CURIOSO DE TODO ES QUE YO, QUE NO TE CONOZCO DE NADA TAN SÓLO QUISIERA PREGUNTARTE....Estás bien?


Todos nosotros, esperamos noticias tuyas, como quien espera agua en primavera. Y no nos llegan. Todos nosotros, miramos al norte, y al éste y al oeste, según dónde estemos, y queremos creer que mañana veremos algo publicado, que se alzara una voz que te traerá de vuelta, que abrirás las puertas de la comunicación que cerraste antes de yo pudiera acercarme, mucho antes, cuando no sabía nada de ti y decepcionada me encogía de hombros, pensando que habrías desfilado hacia el anonimato de ocupar la última fila en cualquier otra parte. Reencontrarte ha sido infinitamente mejor que haberte encontrado por primera vez, y me entero de que has pasado, como un vendaval furioso, arrasando durante una década con pasión arrebatadora, pero que ya te has ido. Y te veo, te veo por la rendija que nos dejaste, por la que apenas pasa el polvo, donde publicas cosas mayormente insustanciales, para que sepamos que sigues vivo. Alguna, ocasionalmente, es algo que quieres divulgar. O de pronto, entras en una conversación y nos contestas...y yo siento, pienso aquello de... "una vez me respondió". Y poco más. Tan añorado, tan deseado, tan apartado de todos los que te esperamos, con tu círculo de los secretos completamente cerrado, donde nadie dice nada, donde quien tiene tu favor apenas lo insinúa, porque tiene los labios sellados en señal de lealtad. La lealtad de simplemente sentirse honrados porque hayas arrimado tus anchos hombros a los suyos para susurrarles esa confidencia que les ha hecho únicos ante los demás, que le eleva, que les hace flotar un escalón más arriba y tener una percepción mejor de ti. Como un pequeño diosecillo que en vez de en figuritas de barro circula por la red en forma de fotos. Fotos mil veces gastadas en sueños de mujeres que adoran el gris pálido de tus ojos y la forma de tus labios. Un pequeño puck, pan, de la colina pock, que desde su campiña inglesa mira los postes de teléfono contonearse bajo la inexactitud de sus decenas de años y protesta porque su vínculo con el mundo fluctúa desde la red. Ese diosecillo, avejentado antes de tiempo por haber vivido demasiado intensamente demasiados años, a quien no parecen quedar ganas de aventuras, aunque mantenga la figura esbelta, la hermosa sonrisa juvenil, los ojos vivos. Te esperamos. No sabemos dónde, ni cómo, ni cuándo. De pronto te vemos activo, de pronto desapareces. De pronto sigues lo que publicamos, de pronto te retraes durante semanas y tu muro permanece muerto y silencioso. Y aquí estamos, todos nosotros, amigos silentes atraídos como las ratas de Hammelin por tus notas. Esperamos hasta no se sabe... mantenemos activos los foros, como se mantiene caldeado el hogar de quien se espera que regrese. A veces protestamos, a veces ironizamos, a veces nos enfadamos a veces nos resignamos... a veces te lo decimos, y no sabemos si nos escuchas. A veces intentamos aceptar tu ausencia y esperar simplemente que seas feliz, y agradecemos lo que nos diste cuando estabas -que yo no estaba-... a veces se nos cierran los parpados de cansancio, pero estamos aquí. Aunque nos quedásemos, nos fuimos contigo cuando tu te fuiste. No todos pudimos seguirte, pero desde luego, aquello nunca fue ni serå lo mismo. A veces fantaseo con la posibilidad de que alguien te haga llegar lo que escribo, aunque no sepas ni que existo, o mi nombre rebote entre los doscientos que pueblan tus grupos aquí y allá, repetidamente como ecos...
Hay veces que sueño con que sepas quien soy y oigas todo lo que tengo que decirte... como tantos otros... hay veces que simplemente te sueño... porque sé quien eres. Eres "Esa pieza que he encontrado de mi set, esa persona que nunca he conocido"... después de veinte años... y me hace desesperar la idea, de haber llegado justo al final de tu camino, donde no darás la vuelta nunca más, sin una voz repentina que grite "Esperad! AUN tengo algo que decir! Aún tengo música que hacer, aún tengo algo más que daros, aún quiero sentiros cerca y escuchar, y sentarme con vosotros y que me contéis"
Es la primera vez que un músico me roba el alma, ya te vale, hacerme esto a mis 43, cuando se supone que la música está templada, vienes tú y arrasas con todo lo que tenía establecido. Ya me vale... estar aquí esperando... haciendo fila con todos los demás...

jueves, 28 de mayo de 2015

ESCARIFICACIONES



¿Dónde estás? Quiero ir a buscarte (y arrancarte del sueño) y si no puedes levantarte, tumbarme a tu lado y contar puntos en el techo, uno por cada cosa que me inspiras. Quiero abrazarte y que te rompas, y  desgarrarme en tu quebranto, y dejar que tu dolor me arrastre hasta tu infierno de páramos desolados.
    Quiero agarrarme a tu pelo  como a un nido de arañas salvajes, y dejar que me inyecten su veneno, que me duela, -porque ya ni siento el de las mías-. Quiero intercambiar insectos, y caras húmedas en el yeso de las paredes, tus fantasmas por los míos, tu hielo por mi fuego, lo que se quema por lo que no arde, lo que corre… por lo que está quieto. Quiero las locuras que no vas a darme, que disfrutas en silencio, que lloras por las esquinas,   que atesoras sin compartir con nadie.  Quiero todo eso que los demás desechan, lo que luchamos por esconder del mundo, lo que ocultamos a las personas cuerdas, lo que subyace bajo piel, carne y nervios.  Quiero ese olor a sangre fresca, a dolor y  gritos reprimidos,  ese terror a Lo Conocido, y ese miedo a lo que nos dicen que es normal.      

    Quiero preguntarte tantas cosas que no me basta  un calendario, quiero contarte tantas otras que ni en un año bisiesto encontraría suficientes hojas;  y no sé,  si podrían interesarte, si puedo llamarte a ellas, si puedes venir de donde estás, si me dejarías ir por ti. Prometo, eso sí, (en el camino de regreso), no mirar jamás atrás, y si lo hago, no habrá nada que me impida desandar el trecho, regresar contigo, hasta que puedas ascender un escalón de nuevo, al menos un peldaño…
 Y si te cansas, nos volvemos a sentar.
   
   Quiero tus instrumentos de tortura. Quiero aprender a usarlos, quiero desmontarlos, (al menos permite que lo intente),  y si no funciona, déjame sujetar tu mano en  su placer oscuro, mientras taladras tu piel con sus agujas. Quiero tocar los ventrículos estirados de tu corazón inerte mientras se esfuerza por sentir. Quiero su hipertrofia y el soplo en tus arterias, el sonido de ese fuelle que se cansa de bombear. Quiero cogerlas con la mano, cerrarla en torno a ellas, apretar hasta que duela, (y que vuelvas a latir). Y si no se puede,  reposar mi mano y sentir su membrana protectora entre los dedos, el lento yacer de tus pulmones, la gastada y sibilante respiración del moribundo  en el que sueñas convertirte.
   Quiero adormecerme al compás de tus heridas, mientras fuera las golondrinas colonizan el verano y el calor hincha las cortinas; mientras las calles se relajan, la gente se desviste, las plazas se llenan de sonámbulos y los vapores fríos cambian por el sudor de primavera.  Quiero mantenerme a tu lado, sintiendo las gotas de mi propio hedor corriendo por mi frente, mezclándose en la misma sábana que tus fantasías más sucias donde la muerte te toca con la mano y cierra tus párpados,  librándote del sufrimiento de Ser.
     Pero temo, que no me darás el nombre de tu calle, el número de tu escalera, la letra de tu piso, la llave de tu puerta. Y me quedaré aquí, así de lejos, (imaginando que puedo), consolarte o compartirte, y sumida en la impotencia que a la que me reduce tu distancia interminable, y esa avaricia con que acaparas el dolor, como si hablaras de placer.