domingo, 13 de octubre de 2013

La Ella fantástica


 Ella: muchos sabían que no era cierta. Otros tardamos más tiempo en descubrirla, en percatarnos de que su existencia brumosa era una risa en el tiempo, extendida hasta deformarse y convertirse en estertor.
 De humo. Muchos veían que era de humo. Como una radiografía, parecía transparente sin revelar nada a los profanos. Pero todos éramos profanos; y ella sólo la neblina de una osamenta disuelta en protoplasmas blancos. Bailarina de marfil en una cajita de música, siempre en un perfecto movimiento,  girando y girando, mostrando todos sus lados sin revelar ninguno.
   Algunos la creímos. En las noches polares de los bosques, ella decía que era una bestia, y que su corazón latía de sangre y de rojo. La escuchamos trovar y  la vimos danzar, y la creímos. Pero a la bestia, jamás llegamos a verla.  Se mostraba sólo como tintas de rorschard, se doblaba sobre sí misma como las volutas del tabaco con el que se embruja; y su risa gentil se transmitía con la cadencia del agua. Es inutil que explique sus gestos, las cosas que nos decía, las sonrisas con que respondía a todo cuestionamiento. Evasiva, siempre encontraba la forma sinuosa de las palabras y en sus curvas hacía requiebros donde no podíamos seguirla.
   Algunos vieron que ella era toda de ella; de nadie más; que nadie podría tenerla. No es que fuese un espíritu libre. Tenía un amo: ella misma. Y a ese amo estaba sujeta. Era su raíz, y antes de que nadie lo supiese, tejía velas de fragata que la alejaban de nosotros. El viento lo ponía aquel que preguntaba. Era tan leve su existencia que el aliento mismo de las palabras resultaba suficiente para remontarla.
    Ella; me liberaron un día de su hechizo. "No le debes nada", me dijeron. Y en mi mente se deshicieron las mucosas telarañas. No me había percatado de cuánto tiempo llevaban allí, consumiéndome con un amargo sentimiento, el que te embarga al quedar en deuda con un hada. Aquel día salí del bosque. No a la luz del sol, porque entonces era cuando sus veladuras brillaban más. Tampoco a media noche, porque como las medusas refractaba la luz con halos fluorescentes. Ni al crepúsculo, cuando parecía hecha de oro. Bajo la tediosa luz de un día nublado, mate, sin frío, sin claor,  sin niebla para que no pudiese confundirse y escaparse de mis manos y entrar de nuevo en mi cerebro. Ahí fue cuando la llevé a los acantilados que confinan mi mundo hacia el oeste y le até piedras para que cayese en el vacío.
    Pero hablamos de ella, ¿Verdad? hablamos de una criatura sin sustancia, de una ella fantástica, de una Eva que no podrían aprisionar los muslos de Adan. No era posible que fuera muy lejos.
    Siempre correcta, cayó despidíéndose como si  fuésemos a vernos mañana; y apenas unos metros más abajo, ya había desaparecido. Confundida con las gotas de agua de la cascada. Confundida con las capas de aire que convierten en azules las montañas a lo lejos.
Dejé de verla.

Como dije, sin embargo, no fue demasiada la distancia recorrida. La escucho algunas veces entonar su encantamiento desde una tierra menos alta pero más ancha. Y la escucho acompañada; y su risa de campanillas y cosas frágiles llega hasta mí ya deformada, y me confirma, que no es la risa de un ser amoroso la que oigo, sino la del que fallece con el as de corazones en la mano. Y esa risa se repite con cada eco; y hay quienes ponen en mi hombro su mano y me apartan los ojos del vacío, y creen que aún me duele.

No, no me duele que se haya ido.
No meduele que no sea de verdad.
No me duele que sus palabras no tengan contenido.
 Todo eso se supera cuando la pèrsona es convertida en personaje.
Al personaje podemos destruirlo si queremos.  Lo malo, lo verdaderamente difícil de superar, es cuando amamos a un ser humano..
Pero ella, porque seguimos hablando de ella, era un ideal que pervivía en mi mente, y al que tenía que matar para seguir adelante. Quizás lo que amé de ella fue el ideal que yo misma quise ser. Lo que odié fue lo que no pude ser; y en realidad me complace comprobar que su ser es un imposible y que todo el que crea en sus palabras de bestia, está simplemente ibuido en el delantal de sus sueños.
Aunque algo sí que siento; es irónico que saliendo de un mundo caiga en otro que la acoja tan bien. Me pregunto quienes son los que le abrieron sus brazos y no parecen perplejos por su aspecto. Y creo que la respuesta es, que como ella, son  fragmentos del engaño que crean otros tantos espejos, de otros tantos espectros, que toman forma humana y a quienes seguimos creyendo.
 



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